domingo, 31 de julio de 2011

Monseñor Jorge Gottau


Hablar de Monseñor Jorge Gottau es hablar de un hombre que siempre tuvo muy clara su elección por los más humildes, de alguien que nunca descansó en su afán por combatir la pobreza, un sacerdote, un obispo que dejó su huella indeleble en este mundo, y sobre todo en Añatuya, una de las regiones más pobres de la Argentina, porque no se puede hablar de M. Gottau sin hablar de Añatuya, como no se puede hablar de Añatuya sin pensar de inmediato en Monseñor Gottau. Jorge Gottau nació el 23

de Mayo de 1917 en Gascón, provincia de Buenos Aires, hijo de José Gottau y Juliana Bahl, y tuvo diez hermanos. Desde niño sintió la vocación sacerdotal y a los 12 años ingresó al seminario menor de los Padres Redentoristas en Bella Vista, provincia de Buenos Aires.

San Alfonso María de Ligorio, obispo, doctor de la Iglesia y fundador de la congregación del Santísimo Redentor fue una figura importante e inspiradora para Jorge Gottau.


En 1937 viaja a Pergamino e ingresa a la casa del noviciado de Manuel Campos, donde luego hizo los votos religiosos en la Congregación del Santísimo Redentor. Se traslada después a Córdoba donde termina sus estudios de filosofía y teología.

El 19 de octubre de 1942 es ordenado sacerdote. Fue sacerdote misionero, párroco en la localidad de Darregueyra y en 1956 fue nombrado Provincial de la congregación de los Padres Redentoristas.

En 1961 se crea la diócesis de Añatuya en Santiago del Estero, y el Papa Juan XXIII nombró a Gottau obispo de Añatuya, haciéndose cargo de la diócesis el 1º de octubre de 1961.
Recibió una diócesis que contaba sólo con 7 parroquias y 7 sacerdotes para atender 120.000 habitantes desperdigados en 68.000 Km2.

Gottau llegó a Añatuya acompañado por el padre Emilio De Elejalde y, luego de recorrer la diócesis, se dedicó a conseguir recursos económicos y colaboradores para desarrollar su obra. Consiguió ayuda de varias parroquias de Buenos Aires y de Alemania, y trajo sacerdotes de Italia, España, Alemania, India y otros países, desarrolló una labor pastoral incansable en la que era considerada la diócesis más pobre de la Argentina.


Durante los 31 años que estuvo al frente de la diócesis creó 15 nuevas parroquias y más de 200 capillas, Estableció 26 centros educativos, (15 primarias, 8 secundarias 2 profesorados y una escuela de educación especial), centros agrotécnicos, de capacitación laboral, y talleres. También 7 hogares destinados a niños, ancianos y discapacitados. Trabajó también para mejorar las viviendas y mejorar la salud del pueblo, y muchas otras obras.


En el año 1970 creó la colecta nacional "Más por Menos" destinada a ayudar a las diócesis más necesitadas de nuestro país.


En 1992, a los 75 años, Gottau dejó el obispado de Añatuya y fue nombrado ciudadano ilustre como reconocimiento por su labor.

Continuó siendo obispo emérito de Añatuya hasta su fallecimiento, el 24 de abril de 1994, a los 77 años de edad, en la ciudad de Buenos Aires.

Actualmente sus restos descansan en la catedral “Nuestra Señora del Valle” de Añatuya.


En 1996 se crea la Fundación Gottau, para continuar la obra iniciada por el obispo.


En 2010 Jorge Gottau fue proclamado Siervo de Dios, iniciándose así el camino de su canonización.


Lis Anselmi

Monseñor Jorge Gottau

ORACION

Padre nuestro,
que llamaste a tu hijo Jorge Gottau
a ser pastor de tu pueblo,
y él, mediante una vida virtuosa en la oración
y generosa en la caridad,
respondió con amor y compromiso
aceptando su misión
en la Iglesia pobre de Añatuya
al servicio de los más necesitados,
escúchanos.

Te pedimos que, por su ejemplo,
aprendamos a llevar tu Palabra
junto con acciones concretas
a favor de la promoción humana.

Padre nuestro, te ofrecemos
seguir caminando por sus huellas
para que el fuego de su espíritu no se apague,
así, podamos ser mejores discípulos tuyos
y él, Jorge Gottau, sea elevado a los altares
para ejemplo de la Iglesia universal.

Danos sencillez, generosidad y perseverancia
y, concédenos la gracia que te pedimos
(mencionar aquello que deseamos
para nuestro bien y el de nuestros hermanos)
y, junto a nuestro pedido, vaya también la intención
de ver pronto a nuestro querido pastor
entre los santos reconocidos por la Iglesia.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Con las debidas licencias
(oración para la devoción privada)
Adolfo Uriona fdp, obispo.

viernes, 29 de julio de 2011

CURA BROCHERO


El cura Brochero, nace el 16 de Marzo de 1840, en Carreta Quemada, en la vecindad de Santa Rosa de Río Primero. Hijo de Ignacio Brochero y Petrona Ávila.

Durante la adolescencia, el joven sufre un ataque de viruela, de la que pudo salvarse, pero su rostro quedó desfigurado por las mordeduras del morbo.
En su juventud, siendo seminarista, ayudó a los jesuitas cuando regresaron a Córdoba en el año 1859; en la catequesis de los hombres en la Casa de Ejercicios. Ya se apuntaba en él el pastor de almas, el líder de su pueblo. El 24 de Noviembre de 1869, el Cura Brochero sale de Córdoba rumbo al oeste. Lo esperaban tres jornadas de viaje a mula a través de la Sierra Grande. Al tercer día, desde lo alto de la sierra, contempla un curato desmesurado de veintitrés leguas de oriente a poniente y casi otro tanto de norte a sur.

Era un curato de bellos paisajes, arroyos cantarines y pueblos pintorescos, y si bien el pueblo era religioso, también era un tanto indolente y despreocupado.


Una de las primeras iniciativas que encaró el Cura Brochero, fue la construcción de la Capilla de San Pedro, que era de evidente necesidad, ya que esa villa era cabecera civil y religiosa del Departamento.


Todos lo escuchaban y elogiaban su obra, pero nadie se movía y mucho menos, abría el bolsillo. Llegó un momento en que los obreros, por escasez de fondos, dejaron literalmente “plantado” al pobre Cura.


Este pensó entonces que, a pocas leguas de ahí, en San Javier, estaban veraneando los seminaristas de Córdoba que podían darle una mano. Conseguido el apoyo del rector, el Cura se encargó con su ejemplo y su palabra de encender el entusiasmo de los novicios.


Después de años de ingentes sacrificios y esfuerzos populares, como culminación de las fiestas patronales del año 1877, se inaugura la Casa de Ejercicios.


A las seis de la tarde, según horario previsto, setecientos hombres en silencio y en orden, se dirigieron a la capilla. En los Anales de la Iglesia, jamás se leyó que tanta gente y en una sola tanda, hiciera su retiro espiritual. Era un caso único y extraordinario, pero quedó empequeñecido cuando, al año siguiente, una tanda superó el número de novecientos.
Estos hombres tenían como cama, los aperos de las cabalgaduras, por comida, abundantes y humeantes pucheros y a veces soportaban los diez grados bajo cero.

La idea de construir una escuela, era brillante y tentadora para el Cura Brochero. Una escuela en que lo humano y lo divino se armonizaran. El deseaba una escuela dirigida por religiosas.

En el año 1886, el Obispo de Córdoba, durante su gira pastoral, recaló en Villa del Tránsito y quedó atónito ante la magnitud de las obras, y quiso dejar un elocuente testimonio de admiración y gratitud de padre y pastor:
“Declaramos que el Señor Cura Canónigo Honorario José Gabriel Brochero, en su infatigable celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas, sacrificándose tanto tiempo en todo sentido con el trabajo de las monumentales obras que ha llevado a cabo: Casa de Ejercicios, Colegio de las Esclavas del Corazón de Jesús, Casa Parroquial y Casa de los Misioneros, merece de estricta justicia el título de INSIGNE BENEFACTOR DE ESTA PARROQUIA Y SU VECINDARIO”

Los últimos años de la vida del Cura Brochero fueron sumamente dolorosos. En la región había unos cuantos leprosos, impulsado por su gran celo apostólico, los visitaba y tomaba mate con ellos. Contagiado de lepra pierde su vista y se le endurecen sus oídos, lo cual lo aísla de todos y lo hunde en la soledad Pasaba sus días desgranando rosarios y en la meditación.
El 26 de Enero de 1914, luego de recibir los santos sacramentos, su gran corazón de apóstol deja de latir. Sus últimas palabras, como resabio de sus innumerables giras por montes y quebradas, montado sobre la mula fueron: “Ahora, puestos los aparejos, estoy listo para el viaje”.

En síntesis, podríamos decir que el Cura Brochero fue un hombre de Dios, un buen pastor, un enamorado de la Virgen Inmaculada, un hombre de su tiempo y de su pueblo.


Elsa Lorences de Llaneza

Cura Brochero

Oración para pedir la beatificacion del Cura Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
tú dispusiste que Jose Gabriel del Rosario
fuese pastor y guía de una porción de tu Iglesia,
y lo esclareciste por su celo misionero,
su predicación evangélica
y una vida pobre y entregada.
Te suplicamos que completes tu obra,
glorificando a tu siervo con la corona de los santos.
por Jesucristo nuestro señor.
Amen.

SOR MARÍA CRESCENCIA PÉREZ - Hija de Nuestra Señora del Huerto


Sor María Crescencia Pérez, nació el 17 de Agosto de 1897 en el partido de San Martín (Buenos Aires), hija de Agustín Pérez y de Ema Rodríguez. Por consejo de los médicos, a causa de los problemas respiratorios de la mamá, se trasladaron a Pergamino (Buenos Aires). Fueron años de mucha pobreza, pero la Hermana Crescencia se dedicaba al servicio de los niños pobres y enfermos. De niña, frecuentó como pupila, el Colegio Hogar de Jesús, dirigido por las Hijas de Nuestra Señora del Huerto. Allí además de religión se les enseñaba las materias que podían ser útiles a su vida de futura esposa y madres de familia: manualidades, labores femeninas, tareas de cocina. En todas ellas, Crescencia logró votos de “Sobresaliente con mención”. Atraída por los contactos diarios con las Hermanas pidió ingresar en la Congregación del Huerto. Esta congregación brindaba sus servicios en un surtido de hospitales y en Mar del Plata, atendía un solario o sanatorio para niños con tuberculosis ósea o pulmonar. La hermana Crescencia, asumió su función en el Sanatorio con entusiasmo y alegría. El riesgo del contagio no había escapado a la prudente consideración del Fundador de la Congregación: “Si en el servicio de los enfermos la religiosa contrajera alguna enfermedad y aún la muerte, este acto heroico será delante de Dios prenda de eterna felicidad”. Y justamente en ese Sanatorio, la Hermana Crescencia contrajo la tuberculosis que la llevaría a la tumba en joven edad.

En Marzo de 1928, María Crescencia llega a Vallenar (Chile), con toda su carga de problemas personales, físicos y psíquicos. A pesar de los bacilos que incubaba en sus pulmones, Crescencia podía muy bien ofrecer sus servicios y trabajos en la farmacia, ropería, capilla…..Organizó un coro de niños, que se lució en las fiestas navideñas, y como profesora de labores, daba clases prácticas de corte, confección y bordados.
La sierva de Dios falleció el 20 de Mayo de 1932, pero su agonía fue alegrada por visitas celestiales: Ese día, por la mañana: “La moribunda, mirando el cuadro de la Santísima Virgen, vio varias veces que la Virgen se movía en actitud de bendecirla, y el Niño Jesús que, acariciado por la Santísima Virgen, se desprendía de sus brazos y venía hacia ella”. Por la tarde: “Crescencia pidió que rezáramos alguna oración al Sagrado Corazón de Jesús, cuya imagen estaba colocada en la pared del frente. Rezamos las Letanías del Sagrado Corazón. A su término ella exclamó: ´Veo al Sagrado Corazón que está rasgando la llaga de su corazón, y de ella salen chispas como de fuego que las arroja hacia mí, diciéndome que en esa llaga me pone a mí’ (…)

“Más tarde la hermana se incorporó con energía y con voz inteligible dijo: ‘Ahí está el Corazón de Jesús que me habla, de dónde a mí tanta dicha, no merezco eso’. Después entró en agonía, expirando a los 5 minutos”..

Ya en vida, la Hermana Crescencia, gozaba de fama de fervorosa religiosa y de generosa servicialidad para con los pobres. La muerte, rodeada de tantos carismas, fue como una chispa que esparció, por toda la Congregación de las Hermanas del Huerto, la fama de Santidad. A los treinta y cinco años de haber sido sepultada, se encontró su cuerpo incorrupto. “El ramillete de Jacintos se mantenía fresco, como si recién se lo hubieran puesto. Sus sandalias de charol mantenían su colorido de charol y la hebilla conservaba su brillo, cuando después de tantos años debía, por lo menos, haberse ensuciado u oxidado”. Su cuerpo fue llevado a Pergamino y su tumba se halla en el Colegio del Huerto de esa ciudad.


“En el medio ambiente que nos toca vivir, donde se promocionan nuevos ídolos de moda, con pie de barro, y se dinamitan los valores fundamentales de la vida humana y cristiana promocionando antivalores, es importante poner en las manos de los adolescentes, jóvenes y adultos, vidas ejemplares. Solo los Santos dejan huellas imborrables en la vida de los demás como en la Sociedad”. (Cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J.)


Elsa Lorences de Llaneza

MADRE CATALINA DE MARÍA RODRÍGUEZ - Fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús


Josefa Saturnina Rodríguez (la futura Madre Catalina de María) nació en Córdoba, el 27 de Noviembre de 1823, hija de Hilario Rodríguez Orduña y de Catalina Montenegro. Cuando tenía 3 años perdió a la madre y ella y sus dos hermanas crecieron en el calor de otro hogar que completaba el grupo familiar. Saturnina aprendió a leer, escribir, coser; las tareas del hogar y tomó clases de música y francés, con idea de la familia de que debía ser una buena ama de casa. A los diecisiete años, Saturnina, quiso tomar parte en una tanda de Ejercicios Espirituales, de la que le nacieron los atractivos de la vida religiosa. Un amigo de la familia Orduña, el militar Manuel Antonio Zavalía, al enviudar, quiso dar una madre a sus pequeños y puso sus ojos en Saturnina, pero solo recibió negativas. El presbítero López, sacerdote confesor de la joven, asediado por Zavalía, la convenció de que ese podía ser un llamamiento de Dios y Saturnina accedió al casorio. El 30 de Marzo de 1865, el esposo muere repentinamente. He aquí como Saturnina expresó sus sentimientos: “He perdido al ser que más amaba después de Dios. Ahora soy libre de seguir mi vocación”. El 15 de Setiembre de 1865, mientras Saturnina se dirigía, como de costumbre, a visitar el Santísimo Sacramento, en la Iglesia de las Catalinas, su espíritu fue asediado por este pensamiento: “construir una casa de Ejercicios Espirituales, atender a la instrucción religiosa de las niñas y recoger, luego de haber hecho los Ejercicios a las mujeres de vida descuidada, que quisieran vivir más cristianamente”. Después de los ejercicios del año 1866 y con el espíritu lleno de fervor, se presentó al Obispo para manifestarle sus deseos, y este autorizó la fundación, estableciendo algunas condiciones., Pero no se avanzó nada porque surgieron inesperados contratiempos. Ante tantas dificultades, su mismo director espiritual, que era el doctor David Luque, se desalentó y le aconsejó otros derroteros.

Frente a la incertidumbre de la situación, varias compañeras se desilusionaron y se retiraron. En Enero de 1872, en ausencia del doctor Luque, la Sierva de Dios, consultó con el padre José Bustamante, S.J., para conocer la divina voluntad. El padre le pidió un plazo para contestar. Una entrevista del padre con el doctor Luque, disipó toda dificultad y abrió todos los caminos. El 9 de Setiembre de 1872, el Obispo autorizó la fundación, prometió su ayuda y nombró al doctor Luque como Director. El 29 de Setiembre de 1872, fiesta de San Miguel, la pequeña comunidad dio comienzo a los Ejercicios Espirituales y con ello quedó fundada la nueva Congregación: Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.

En Mayo de 1874, doce hermanas vistieron el hábito religioso, e iniciaron el noviciado. Desde ese momento Saturnina, asumió el nombre de Catalina María, probablemente recordando a su madre. Un año después, profesaron los votos religiosos. La nueva Congregación, asesorada y guiada por dos hombres eminentes: el doctor Luque y el padre Bustamante, fue muy bien acogida en el ambiente religioso y muy pronto se plateó el problema de la expansión. El primero que gozó de sus beneficios fue el Cura Brochero, el cual en el año 1877, iniciaba la construcción de la Casa de Ejercicios en Villa del Tránsito, hoy Villa Cura Brochero (Córdoba). El 1º de Febrero de 1880, dieciséis hermanas entraron en la Villa, recibidas por la población exultante. Se sucedieron año a año, otras once fundaciones en distintas partes del país. De esta manera el “sueño dorado” de Catalina, antes que la muerte cerrara sus ojos, se había concretado en 12 fundaciones, sin contar la Casa Madre.

La Sierva de Dios, nunca tuvo buena salud, pero desde su elección para el cargo de superiora y por espacio de veintitrés años, hasta su muerte, no cesó de trabajar infatigablemente. El atardecer del domingo de Pascua, 5 de Abril del año 1896, entregó su alma en los brazos del Señor resucitado. Después de los conocidos estudios sobre la vida y las obras de la Madre Catalina, el Papa Juan Pablo II, proclamó la heroicidad de sus virtudes. Ahora, todos sus devotos y admiradores, deseamos la pronta glorificación de la Sierva de Dios.


Elsa Lorences de Llaneza

Catalina de María Rodríguez

a

Oración a Madre Catalina


Oh Dios,

que al inspirar a la Madre Catalina

la fundación de una familia religiosa,

llenaste su corazón de celo

por la salvación de las almas y nos

dejaste en ella un ejemplo de humildad,

obediencia y caridad,

glorifica a tu Sierva ante la Iglesia,

concediéndonos esta gracia especial...

que con fe, pedimos por su intercesión.

AMÉN


MADRE CAMILA ROLÓN - Fundadora de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José

Camila Rolón nació en San Isidro, el 18 de Julio de 1842. Hija de Eusebio Rolón y María Gutiérrez. Desde muy joven, Camila, sintió la llamada de la vida religiosa, mas aún, podríamos decir que esa llamada era la vertiente natural de su vida piadosa y recoleta. En un primer momento, se dirigió al monasterio de las Hermanas Capuchinas pero, cuando ya estaba preparada para entrar, una calumnia sobre la limpieza de la sangre, lo estropeó todo.

En el año 1873, sintiendo renacer su vocación religiosa entró en las Carmelitas, pero a las pocas semanas de su ingreso, fue atacada por una enfermedad: un tumor intestinal, que la obligó a salir y a curarse.
Para recuperar su salud, pasó una temporada en el pueblo de Exaltación de la Cruz, a 100 km. hacia el norte de Buenos Aires. Aquí tomó contacto con serios problemas sociales y religiosos, entre ellos: la ignorancia religiosa, la marginación social, las miserias de numerosas familias y muchas criaturas huérfanas o abandonadas. Para dar respuesta a tantas angustias y necesidades, le vino la inspiración de fundar un Instituto que acogiera, asistiera y educara a esas criaturas del mundo rural. Para toda Fundación se requieren disponibilidad de fondos y suficiente dosis de sanidad. La Madre Camila no contaba más que con su pobreza y la fragilidad de su salud, pero tenía mucha fe en Dios y confianza en la Divina Providencia, porque como ella decía: “Para el que cree no hay nada imposible”.

El 28 de Enero de 1880, contando con la aprobación de sus superiores, la Madre Camila sale de la casa de sus padres, acompañada de dos señoras, que decían se harían hermanas, dos muchachas y once niñas, con las cuales componían el número de dieciséis. No llevando más dinero que $500 moneda corriente y sin otro caudal que la Divina Providencia, llegaron a la ciudad de Mercedes (Buenos Aires), donde se había dispuesto que comenzarían.
Al mes, el número de asiladas se elevaba a treinta. Como no tenían recursos, vivían de limosnas que recogían de puerta en puerta. Muy pronto, las religiosas que habían crecido en número y experiencia, se plantearon la posibilidad de nuevas expansiones. La primera fue otro asilo en la ciudad de Rojas, pero la Providencia las contactó con el Señor Gallardo, que era administrador de una abultada herencia para una obra buena; y esa obra buena se transformó en pocos meses, en un flamante asilo-colegio, para cientos de niños. De todas partes, tanto de la Argentina, como del Uruguay, comenzaron a llegar peticiones de nuevas fundaciones y la Madre Camila hacía todo lo posible para corresponder a tantos clamores y necesidades.

Así mismo la Madre Camila, soñaba con fundar una casa en Roma e hizo 5 viajes a esta ciudad. Este esfuerzo se vio coronado cuando el 12 de Junio de 1891, el Santo Padre, firma el decreto de alabanza y el 3 de Mayo de 1898, aprueba el Instituto. En el año 1905 se funda la primera casa en Roma y el 15 de Diciembre de 1908, se aprueban definitivamente las Constituciones.
A través de su amistad con el cardenal Rampolla, secretario de estado del Papa León XIII, consigue de él una audiencia que la llena de júbilo y de aliento para seguir avanzando. Muerto este Papa, gozó de especiales audiencias con el Papa Santo Pío X.

Otro proyecto sencillo y audaz de la Madre, era trasladar la casa generalicia de la Argentina a Roma, para cobijarse a la sombra de la basílica de San Pedro y bajo las alas del Papa. Luego de muchísimas dificultades, logra llevar su sueño a la realidad. Fue una de sus más grandes alegrías, pero también el comienzo de su calvario. Treinta y cinco fueron las fundaciones llevadas a cabo por la Madre Camila, pero esta última fue la que más sacrificios y dolores de cabeza le traería. Fueron pruebas que ella aceptó como expresión de la voluntad del Señor, practicando una heroica fortaleza que mantuvo toda su vida.
Y en este espíritu y luego de una larga enfermedad santamente sobrellevada, se preparó a la muerte, que llegó en la madrugada del 16 de Febrero de 1913.

Sus últimas palabras fueron: “Mando a todas mis hijas una bendición grande y las tengo a todas en mi corazón”. Su último gesto fue tomar en sus manos el escapulario y el crucifijo, después levantó en alto el Santo Cristo, su compañero inseparable, fijó en él su mirada y así lo tuvo hasta que, a medida que perdía sus fuerzas, éste iba inclinándose sobre su pecho hasta que exhaló el último suspiro. Cuantos la conocieron tuvieron la certeza que había muerto una santa.


Elsa Lorences de Llaneza

ARTÉMIDES ZATTI - El pariente de los pobres

“Cuiden especialmente a los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los pobres: y se ganarán la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres”. Esto les decía a los salesianos, en el año 1875, San Juan Bosco cuando los envió a la Argentina. Artémides Zatti, se ganó sin duda esa bendición de Dios y la benevolencia de los hombres. Zatti nació en Boretto (Reggio Emilia, Italia), el 12 de Octubre de 1880, hijo de Luis Zatti y Albina Vecchi. En febrero de 1897, toda la familia emigró a la Argentina, en busca de mejores horizontes y se estableció en Bahía Blanca.
Deseando ser sacerdote, fue aspirante salesiano en Bernal (Buenos Aires), pero al contraer la enfermedad – entonces incurable – de la tuberculosis, fue derivado hacia Viedma (Río Negro). Al ponerse al cuidado del Padre Doctor, Evasio Garrone, lo orientó a pedir a la Virgen la curación prometiéndole que, si se curaba, dedicaría su vida al cuidado de los enfermos. Recuperada su salud, se hizo coadjutor salesiano, es decir, Hermano Laico Consagrado y, fiel a la promesa, permaneció más de cuarenta años en Viedma en el Hospital San José, como responsable y factótum. El hospital fue su permanente domicilio. Allí practicó las virtudes cristianas, sobre todo, una confianza ilimitada en la divina Providencia y un inmenso amor a Dios y al prójimo más humilde y necesitado.
Con una formidable labor caritativa y apostólica, se granjeó el entrañable cariño y la devota admiración de la gente y el reconocimiento oficial de la iglesia que lo proclamó beato ¡Y ojalá pronto lo veneremos como santo! El Hospital San José de Viedma, fue inaugurado en el año 1889 por Monseñor Juan Cagliero. También se abrió una farmacia y, tanto de ella como del hospital, el jefe, fue el Padre Doctor Evasio Garrone, que tenía gran práctica como enfermero en el ejército Italiano, y como ayudante se escogió al Hermano Artémides. Al morir el Padre Doctor, en el año 1911, toda la responsabilidad y la administración del Hospital cayeron sobre las espaldas de Artémides. Por eso el pobre Zatti, debió volver a las aulas para algún curso de enfermería y de farmacia. Así, la Secretaría de Salud Pública de la Nación le extendió la matrícula profesional de Enfermero Nº 07253 y la Universidad de la Plata le otorgó el título de Idóneo en Farmacia.
Ceferino Namuncurá y Artémides Zatti, llegaron casi juntos a Viedma en el año 1902. Ambos venían de Buenos Aires. Ambos sufrían de la misma incurable enfermedad: la tuberculosis. El uno se recuperó, el otro voló al cielo. Pero los dos, a través de distintos proyectos de vida, confraternizaron en el heroísmo y en la santidad. Años después, al iniciarse el proceso de beatificación de Ceferino, Zatti se presentó como testigo de la vida y virtudes del indiecito, el hijo de los Toldos.
En el año 1913, se colocó la piedra fundamental para la construcción de un nuevo y verdadero hospital. Entre tanto, Artémides había aprendido a multiplicarse por cuatro: Dirigía, pagaba al personal, estipulaba contratos, compraba carne, leche y verduras para los enfermos, vigilaba la cocina y, si nadie se encargaba de la limpieza o se mostraba distraído, él empuñaba la escoba y limpiaba lo que otros descuidaban.
El trabajo más abrumador – el que lo angustiaría hasta el día de la muerte – era el de juntar los pesos y los centavos para afrontar los gastos, cada día más elevados. Uno de los médicos que trabajó muchos años junto a Zatti declaró. “Don Zatti, no solo era un habilísimo enfermero para practicar curaciones, sino que, además, el mismo era una medicina, porque curaba con su presencia, con su voz, con sus ocurrencias y con su canto”.
El 19 de Julio de 1950, Zatti, con sus setenta años a cuestas, se trepó a una escalera, resbaló y sufrió una terrible caída que le despertó un adormecido cáncer de páncreas Esos últimos ocho meses de vida, los transitó con inmensos dolores físicos y psíquicos y, a la vez, con una elocuente total y gozosa entrega a la voluntad de Dios. El día 15 de Marzo de 1951, ofrendó su vida al Señor. La ciudad se vistió de luto, porque había fallecido “El buen samaritano de Viedma”; “El pariente de todos los pobres”; “El enfermero Santo de la Patagonia”.
El 14 de Abril de 2002, el Papa Juan Pablo II, puso el sello de la glorificación eclesial, proclamándolo Beato.

Elsa Lorences de Llaneza

Artemides Zatti

Oración para pedir gracias por su intercesión

Señor Jesús.
Tú llamaste a don Zatti, salesiano coadjutor,
para servir a los pobres y necesitados.
Tú le diste la fuerza para entregarse
con alegría y sin descanso a sus hermanos enfermos.
Tú lo hiciste un hombre bueno,
que supo vivir fielmente tu Evangelio
en el trabajo cotidiano y en el sacrificio escondido.
Te pedimos la alegría de verlo brillar en el cielo de tus santos
y de dar también nosotros testimonio de tu Luz.
Te pedimos por su intercesión la gracia de .....................
Amén.

Novena para pedir gracias

1. Rece la oración anterior, con fe y confianza, por 9 días seguidos.
2. Haga cada día una obra de caridad en favor de los enfermos y necesitados.
3. Tome el compromiso de confesarse y comulgar.
4. Si puede, dé a conocer la gracia recibida y colabore con una limosna.

CEFERINO NAMUNCURÁ - El santito de la Toldería

Ceferino Namuncurá es una de las figuras más populares y queridas en el país. Su rostro humilde y su cutis moreno atraen todas las simpatías. Se lo conoce, se lo ama, se lo invoca. Millones de familias tienen su imagen o una estampa en el altar doméstico. Los devotos acuden a él en sus angustias y necesidades, logrando abundantes beneficios espirituales y temporales. Como es innata la compasión de todo hombre por los que sufren, la gente ve en Ceferino al representante de una raza que ha sufrido injusticias y atropellos. Ceferino nació el 26 de Agosto de 1886 en Chimpay, a orillas del Río Negro, Departamento de Choele-Choel. Sus padres fueron: Manuel Namuncurá, hijo del terrible guerrero Calfucurá, y de Rosario Burgos, cautiva chilena cristiana. Fue bautizado el 24 de Diciembre de 1888, vísperas de Navidad, por el misionero salesiano Domingo Milanese, llamado el “Apóstol de los Aborígenes”.

La infancia de Ceferino Namuncurá, transcurrió en las tolderías junto a sus padres, ayudándolos en el cuidado de las ovejas y aprendiendo todas las artes de la subsistencia.
En las veladas, al oír contar a su padre las grandes proezas de los mapuches contra los blancos y ponderar la triste situación de la tribu después de la derrota y sumisión al ejército del General Julio Argentino Roca, nacen en el adolescente “vivos deseos de ser útil a los de su raza”.

A los 11 años de edad, pidió a su padre que lo llevara a Buenos Aires para estudiar. Este, gracias a la amistad con el General Luis María Campos, logró hacerlo ingresar en los Talleres Nacionales que la Marina tenía en el Tigre, pero no se sintió nada cómodo en esa escuela. Después, por medio de la influencia del ex presidente Luis Sáenz Peña y la aceptación del Padre José Vespignani, superior provincial de los salesianos, fue recibido en el Colegio Pío IX del barrio de Almagro. Allí comenzó a cursar la escuela primaria, manifestando agudeza mental, grandes deseos de aprender y decidida voluntad de avanzar en los estudios. Sobre todo, abrió sus ojos al mundo sobrenatural, o sea, al mundo religioso, que le era presentado a través de la oración y de la catequesis. Después de prepararse con toda conciencia y estudio, recibió la Primera Comunión y la confirmación por las manos de Monseñor Cagliero.

A partir de esa fecha, el indiecito, comulgaba todos los días con singular devoción. Nos gusta pensar que Ceferino se sentía atraído por los ejemplos de Santo Domingo Savio, el predilecto de Don Bosco. Por esos años, era también alumno del colegio Pío IX el inolvidable cantor Carlos Gardel que tan famoso sería después.
Ceferino seguía cursando los grados de la primaria, pero su gran empeño se consagraba al estudio del Catecismo. Tanto que, en el certamen anual, logró el primer premio y, según la costumbre de la época, fue proclamado “Príncipe de la Doctrina Cristiana” Más adelante, el indiecito, fue celoso catequista del oratorio festivo. Pero si el preferido fue el catecismo, Ceferino se entregaba también con ardor al estudio de las ciencias. Si había comenzado el estudio para ser útil, tras los ejemplos de los Padres Salesianos, ese deseo se convirtió en una viva aspiración de ser sacerdote, para ser útil a los de su raza como misionero del Evangelio.

A los dieciséis años, Ceferino terminó sus estudios primarios y deseaba avanzar hacia los estudios superiores para ser misionero, pero durante ese tiempo, imperceptiblemente, habían penetrado en sus pulmones los gérmenes o microbios de la tuberculosis que, como no había remedios en esa época, se convertía, casi siempre, en una enfermedad mortal. Pensando que el clima nativo de la Patagonia le sería beneficioso, Monseñor Cagliero llevó a Ceferino a Viedma, donde se encontró con otro enfermo y futuro beato Artímides Zatti. Entre los dos se trabó una mutua simpatía y una profunda amistad. Como no se mejoraba, Monseñor Cagliero, su padrino y bienhechor, se lo llevó a Génova en el barco “Sicilia”, de allí a Turín y de Turín a Roma, donde se alojó en el Colegio Salesiano de Villa Sora, ubicado en las pintorescas colinas de Frascati.

El momento más hermoso de Ceferino en Roma, fue la audiencia con el Papa San Pío X, quien le entregó una medalla reservada a los príncipes. Entre tanto la cruel enfermedad avanzaba inexorablemente.

En Marzo de 1905, fue internado en el Hospital de los Hermanos de San Juan. Ceferino comprendió que su fin se aproximaba y que debía renunciar a su más honda aspiración: llevar el evangelio a sus hermanos mapuches. Monseñor Cagliero lo acompañó hasta el momento de su santa muerte, acaecida el 11 de Mayo de 1905. Ceferino tenía solo 18 años, 8 meses y 17 días.


Elsa Lorences de Llaneza

jueves, 28 de julio de 2011

MADRE ANTONIA CERINI - Fundadora de las Hermanas de San Antonio de Padua


Antonia Cerini nació en Castellanza (Milán) el 13 de Noviembre de 1839. El padre era carpintero como José; la madre, ama de casa como la Virgen María.
Era una familia humilde y sencilla, donde la armonía familiar, el amor al trabajo y las vivencias religiosas eran los grandes valores de la vida, iluminada por la Fe.
Un momento importante de estas vivencias religiosas, fue la Primera Comunión que la niña recibió a los doce años. A los dieciséis, Antonia sintió el llamado de Dios. No se lo hizo repetir dos veces. La congregación elegida fue la de las Hermanas Vicentinas, famosas por su blanco sombrero de pico y de alas anchas, que atendían en los hospitales.
Trasladada al Norte de Italia, la partida de su casa fue difícil. El lugar en esa época, fue escenario de luchas y batallas, que obligaron a las hermanas a transformar su obra asistencial en un hospital de sangre para los heridos. Allí Antonia creció y maduró en el sufrimiento, que siempre es “la mejor escuela” que tiene Dios para educar a los Santos y ella se entregó sin descanso a su trabajo, sus sacrificios y sus oraciones.
Para ese tiempo, estalla en Italia, la persecución contra la Iglesia de parte de grupos masónicos y anticlericales, por lo que los religiosos y religiosas tuvieron que regresar a sus casas.
Dos años pasó Antonia entre los suyos, pero ella había nacido para una plena consagración a Dios en la vida religiosa y se embarca en Génova para la Argentina.
En abril de 1874, llega a nuestras playas y con espíritu inquieto estuvo dos meses con las Hermanas Vicentinas que ya misionaban en el país.
Al oír hablar de la Madre María Benita Arias, que trabajaba al servicio de las niñas huérfanas y desamparadas, Antonia llama a las puertas del Instituto, donde es recibida por su fundadora. Viste el hábito y se desempeña, algunos años, a favor de la niñez. Pero se enferma y vio en esta enfermedad, un toque que la impulsa a salir de la Congregación.
Al escuchar comentarios sobre la obra de la Madre Camila Rolón, Fundadora de las hermanas pobres de San José, en el Oeste de la Provincia de Buenos Aires, ingresa en esta Congregación, y por su buen espíritu, su capacidad y fervor religioso se la nombra maestra de novicias.
Por este tiempo conoce a Monseñor Aneiros, Obispo de Buenos Aires, que se convierte en su padre espiritual.
Así mientras formaba almas para la Congregación de San José, recibe una inspiración que le dice: “Fundar una Congregación que tuviera por fin principal, después de la Gloria de Dios y de la propia santificación, la asistencia a los enfermos en los hospitales y a domicilio”.
Luego de conseguir todos los permisos y bendiciones para fundar la Institución, Antonia Cerini se enferma gravemente. Acude entonces a la intersección de San Antonio y le promete que si se sanaba, al fundar el Instituto, le daría su nombre.
Es así que el 4 de Octubre de 1889, en la Ciudad de Mercedes, cerca de Luján, se abre el Instituto de las Hermanas de San Antonio.
Mientras las vocaciones y los pedidos para hospitales y asilos aumentaban, la salud de la Madre decaía cada día más. Un visitador toma las riendas de la Congregación y desplaza a su fundadora relegándola a un pueblo de Entre Ríos, agregando a sus dolores físicos, sufrimientos morales.
El 31-10-1911, se despertó con mucho dolor de cabeza. Intranquila dice: “Llamen primero al médico del alma y después al del cuerpo. Yo estoy bien dispuesta con la voluntad de Dios”.
El 2 de Noviembre de 1911, dulcemente entrega su alma al Señor. Después de tantos periplos, había llegado al puerto de la eternidad: Los brazos de amor del Padre Celestial.

Elsa Lorences de Llaneza

ALFONSO LAMBE - Apóstol de la Legión de María


Alfonso Lambe, nació el 24 de Junio de 1932 en un humilde y numeroso hogar en Tullamore (Irlanda). Ese día, se celebraba el nacimiento de Juan el Bautista, el precursor del Señor, quien fue delante de Él abriendo y preparando los caminos. Nadie imaginaba que Dios había elegido a Alfonso para esa misma misión: Abrir y preparar los caminos en tierras americanas.
Desde niño, Alfonso se sintió llamado a seguir más de cerca al Señor y ser su discípulo, fue así que ingresó en la Congregación de los Hermanos Cristianos en Dublín, capital de Irlanda. Una dolencia lo obligó a salir del noviciado.
En el año 1950 Alfonso Lambe, tuvo un encuentro con Fran Duff, fundador de la Legión de María. Era la primera vez que escuchaba hablar de ella y en seguida se incorporó a un Praesidium (o grupo local). Se entrega generosamente y se pone en brazos de la Virgen. Sin dudarlo, expresó su seguridad y su felicidad: “Ahora creo saber lo que Dios quiere de mí”.
Se dirigió así a Dublín. Allí los dirigentes, admirados por su entusiasmo y su fervor, le encomiendan el trabajo de extender la Legión de María por las comarcas vecinas.
En su labor por difundir el mensaje y los ideales legionarios, Alfonso se ofrece para ir como misionero a tierras extranjeras. El Concilium o Consejo Supremo, comparte la idea y le señala, como primera etapa de su periplo, a Santa Fe de Bogotá de Colombia. Al poco tiempo, le marcaban otro destino: El Ecuador.
En poco tiempo, Alfonso con su gran carisma, consigue que la Legión sea aceptada en Ecuador. Los Praesidia eran de todo tipo: de presos y de leprosos, de analfabetos y de las clases altas del país…. El Concilium, quedó tan asombrado ante su capacidad y creatividad, que resume en una frase estas extraordinarias características: “Alfonso es la llave del continente”.
Por ese tiempo se estaba preparando en Río de Janeiro (Brasil) el magno Congreso Eucarístico Nacional. Hacia allí fue y se impresionó tanto de las posibilidades que ofrecía este país, que decidió quedarse allí. Sin embargo, el Concilium, le señala a Argentina como nuevo lugar de trabajo.
Al finalizar el otoño de 1955, Alfonso Lambe desembarcó en Buenos Aires y encontró una nación en graves dificultades. Muchas diócesis no conocían ni los fines ni los métodos de la Legión de María y, por eso, se resistían a su acción.
Gracias a la labor y fervor del Padre Feliz Masramón, de Adrogué, monseñor Plaza, Obispo de La Plata, autorizó el funcionamiento oficial de la Legión en Adrogué.
El 9 de diciembre de 1957, la diócesis de Buenos Aires, fue dividida en cinco vicarías, cada una de ellas presidida por un obispo auxiliar. Cada uno de esos vicarios, de un momento a otro, se encontraron frente a numerosas dificultades pastorales, y todos piden la colaboración de la Legión de María.
En diciembre de 1958, el Arzobispo de Córdoba, autorizó la fundación de la Legión. Allí se trasladó en forma inmediata Lambe con su equipo de colaboradores. Gracias a la gran disponibilidad de los habitantes, en pocos días, se logra la fundación de cinco Praesidia.
Es entonces cuando Alfonso cayó gravemente enfermo. De Córdoba fue trasladado a Buenos Aires, e internado en la Pequeña Compañía de María, hoy Sanatorio Mater Dei. La radiografía señaló la urgencia de la operación y en la misma se comprobó que Alfonso Lambe tenía un cáncer generalizado del cual iba a morir, porque la medicina no podía hacer nada.
El decía dulcemente: “Toda la vida de Jesús fue un ir hacia la Casa del Padre. Todos debemos hacer lo mismo”.
El 21 de Enero de 1959, Alfonso murió en plena Juventud: ¡No tenía todavía 27 años! Él ofreció conscientemente su vida a Dios y a la Virgen para el crecimiento y el afianzamiento de toda la Legión de María en América Latina.
Como decía el Cardenal Humberto Mozzoni: “Alfonso Lambe es una estrella que, en plena noche de verano, en las noches límpidas, cruza rápidamente el cielo, deja una luz y desaparece. Y la luz queda a los ojos de todos los Argentinos”

Elsa Lorences de Llaneza

Santos, beatos y siervos de Dios de la Argentina

Santos

San Héctor Valdivielso Sáez, mártir, celebración litúrgica es el 9 de octubre.

Beatos

Nazaria Ignacia March Mesa, religiosa, beatificada en 1992 (Buenos Aires). Su memoria el 6 de julio.
María Tránsito de Jesús Sacramentado (Madre Cabanillas), beatificada en 2002 (Córdoba). Se conmemora el 25 de agosto.
María Ludovica De Angelis, religiosa, beatificada en 2004 (La Plata). Su fiesta el 25 de febrero.
Artémides Zatti (coadjutor salesiano), beatificado en 2002 (Viedma). Se conmemora el 13 de noviembre.
Laura Vicuña, laica, beatificada en 1988 (Viedma). Se celebra el 22 de enero.
Ceferino Namuncurá, laico, beatificado en 2007, (Viedma). Su fiesta el 26 de agosto.

Venerables

María Antonia de San José. (Paz y Figueroa, Mama Antula) (Buenos Aires).
Madre Catalina María, religiosa (Córdoba).
José Gabriel del Rosario Brochero, presbítero (Cruz del Eje).
José León Torres, religioso mercedario (Córdoba).
Mamerto Esquiú, franciscano. Obispo (Córdoba).
Camila Rolón, religiosa (La Plata).
Eleonora López de Maturana, religiosa (Mercedes-Luján).
María Crescencia Pérez, religiosa (San Nicolás de los Arroyos).

Siervos de Dios

Cecilia Perrín de Buide, laica (Bahía Blanca)
Emanuel Pascual Perrín, laico (Bahía Blanca)
Luis María Etcheverry Boneo, presbítero (Buenos Aires)
Antonio Solari, laico (Buenos Aires)
Alfonso Lambe, laico (Buenos Aires)
Enrique Shaw, laico (Buenos Aires)
María Agustina de Jesús, religiosa (Buenos Aires)
María Benita Arias, religiosa (Buenos Aires)
María Eufrasia Iaconis, religiosa (Buenos Aires)
María Mercedes del Niño Jesús Guerra, religiosa (Buenos Aires)
Mercedes del Carmen Pacheco, religiosa (Buenos Aires)
Marta María Pereyra Iraola, religiosa (Buenos Aires)
Isabel Fernández, religiosa (Buenos Aires)
Pascual Pirozzi, sacerdote Misionero de los Sagrados Corazones (Buenos Aires)
Leonor de Santa María Ocampo, religiosa (Córdoba)
Pura Rosa del Carmen Olmos, religiosa (Córdoba)
Victorina Rivara de Perazzo, laica (Goya)
María Antonia Cerini, religiosa (Mercedes-Luján)
Tarcisio Rubín, sacerdote religioso (Jujuy)
Pedro Ortiz de Zárate, presbítero, (Mártir de Zenta) (Orán)
Juan Antonio Solinas, sacerdote jesuita (Mártir de Zenta) (Orán)
María Lourdes del Santísimo Sacramento, religiosa (Rosario)
José Gregorio Bunader, laico (Eparquía Maronita)
José Américo Orzali, obispo (San Juan de Cuyo)
Mauricio Giménez, sacerdote jesuita (San Miguel)
José Marcos Figueroa, religioso jesuita (Santa Fe de la Vera Cruz)
Sofronia Serafina Erdely, religiosa (Eparquía Ucrania)
Isidoro Ledesma, laico Opus Dei (Madrid)
José Canovai, presbítero (Roma)
Eduardo Francisco Pironio, cardenal (Roma)
Mons. Jorge Gottau, obispo de Añatuya, fallecido en Buenos Aires el 24 de abril de 1994.+