Misionero de los Sagrados Corazones
El Padre Pascual Pirozzi nació en Pomigliano d`Arco, en la cercanía de Nápoles, el 12 de Abril de 1886. En la edad juvenil, entró en la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María, fundada por el beato Cayetano Errico. Una vez ordenado sacerdote, fue enviado a la Argentina con una doble finalidad: colaborar con el clero local para dar una respuesta a las muchas necesidades religiosas, sociales y pastorales y, al mismo tiempo establecer la Congregación fundando algunas casas.
El 7 de Marzo de 1914, se embarcó en Nápoles para la Argentina. En Buenos Aires, lo esperaban los hermanos misioneros con los brazos abiertos en espíritu de fraternidad, pero también para compartir las fatigas del apostolado en el Colegio Benito Nazar, una obra de la Preservación de la Fe. Los inicios fueron particularmente duros e ingratos a causa de las dificultades económicas, problemas de adaptación e insuficiente dominio del idioma.
Lamentablemente, su labor generosa sufrió una interrupción. En el año 1914, toda Europa se vio envuelta en las llamas de la Primera Guerra Mundial. Italia también entra en guerra y el Padre Pascual recibió un llamado a las armas. Tomó el primer barco para Nápoles, donde trabajó como soldado y capellán en un colegio, transformado en hospital para heridos de guerras, y, después de “haber servido a la patria con fidelidad y honor”, en agosto de 1920, retornó a Buenos Aires.
Gracias a un terreno sobre la calle Gaona, actual Av. Diaz Vélez, de parte de la señora María Luisa Cullen de Llobet, los misioneros iniciaron las obras de la futura parroquia, dedicada a la Patrona del Instituto: Nuestra Señora de los Dolores. Ante todo, construyeron un amplio salón que sirvió como capilla, pero al crecer la devoción y participación popular, hubo que pensar en un proyecto de una iglesia amplia, luminosa, atrayente de hermosas líneas arquitectónicas.
A excepción de algunos paréntesis transcurridos en otras comunidades, el Padre Pirozzi, durante casi treinta años, desarrolló su apostolado en la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Fue una labor generosa y diuturna. El pobre Pascual quiso someterse a un horario casi salvaje.
En el año 1938, llegaron de Italia cuatro nuevos misioneros de los Sagrados Corazones, deseosos de ofrecer sus primicias sacerdotales para la fundación de alguna otra casa religiosa. Monseñor Antonio Caggiano, obispo de Rosario y futuro arzobispo y Cardenal de Buenos Aires, les ofreció un surtido de parroquias. Los padres eligieron la localidad de Villa Cassini, que sería la dinámica ciudad de Capitán Bermúdez (Santa Fe). No había ni casa parroquial ni rentas, pero había una capilla. El Superior General
conociendo el espíritu apostólico del Padre Pirozzi lo propuso como primer párroco de la localidad. Inmenso sería el trabajo del pobre Padre Pascual en la nueva parroquia, porque todo estaba por hacerse: Lo espiritual y lo material, lo sacramental y la atención a los pobres y a los enfermos, a la gente de las chacras y a la colaboración con las parroquias vecinas.
Desde los comienzos del año 1950, el Padre daba señales de un extraordinario cansancio. Le costaba subir las gradas del altar cuando iba a celebrar. En las visitas a los enfermos, caminaba con dificultad y, a veces, se apoyaba en las paredes o se detenía para tomar aliento. Hacia la mitad de febrero, una recia fiebre lo obligó a guardar cama. La tarde del 26 de febrero, mientras cenaba con los hermanos, acusó un dolor agudo en los riñones y, apretándose el costado izquierdo, lanzó un fuerte grito. Por la mañana del 27 de Febrero, fue internado en el Hospital Italiano y permaneció unos días fuertemente atormentado por los dolores. Dado de alta, pero con el fin cerca, esperó la muerte empuñando el rosario y ofreciendo sus dolores a la Madre Dolorosa por la salvación de las almas.
Hacia las dieciocho horas del 3 de Marzo, el Padre Pascual, serenamente volvió a “La Patria verdadera y única, lugar de tranquilidad y de paz”
Elsa Lorences de Llaneza
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